Algo que no se menciona nunca sobre la estrategia, es que una estrategia nunca la comunican a nadie con anticipación, solo un poco antes y según el caso para evitar que la competencia esté prevenida. Esto lo vemos en la mayoría de los estrategas, la única forma de que la estrategia sea inesperada o sorpresiva es ocultarla, la comunican al círculo más cercano sólo cuando se asegure que el adversario no se entere como vas a proceder.
Incluso, Atila, Napoleón, Miyamoto Musashi, Sun Tzu, etc., nunca comunicaban antes su estrategia. Su liderazgo era tan fuerte que en el momento de la batalla sólo daban órdenes y éstas debían ser obedecidas al pie de la letra. Ya que ellos sabían que si se filtraba información al enemigo ya sabían de antemano cómo iban a proceder y se perdería la sorpresa, complicando la batalla o el combate, incluso perderlo. Aquí no puede haber suavidad en el mando, al menos no en la naturaleza de competencias dada la voracidad del mundo real.
Lo inesperado desequilibra y confunde al adversario, lo que te permite tomar una ventaja inmediata, y lo mejor, es que te permitirá ahorrar recursos. Competir sin estrategia es muy desgastante, consume mucha energía y muchos recursos, por eso una buena estrategia requiere de un buen estratega. E incluso, aunque tu competencia no tenga estrategia, aun así, te hace perder mucha energía y recursos.
Aquí la osadía, el atrevimiento y la audacia son virtudes supremas de una parte débil que pretende ganar. Las estrategias más asombrosas aparte de su genialidad y simplicidad, son aquellas que tienen una fuerte dosis de valor y riesgo. El ganar o morir viene de esta fusión excepcional, pero ya depende del temperamento de cada quién.